Cuando tienes veinti seis años te das cuenta que el tiempo se pasa muy rápido, te das cuenta que estas a solo unos cuantos años de volverte una treinta añera o un treinta añero. No nos podemos engañar ya que la verdad es que las palabras treinta añera o treinta añero nos llenan de un terror infinito, nos ponen a pensar en todos aquellos planes que teniamos para cuando ese momento llegue y es entonces cuando nos asustamos el doble porque reconocemos que no hemos cumplido ni la mitad de los sueños que anotamos en el papel a eso de los veinte y entonces el terror se acrecenta.
Debo decir que en estos momentos estoy entrando en esa crisis, me miro en el espejo y al parecer soy todo aquello que nunca hubiera querido ser. No he terminado mi carrera, no tengo una pareja, pero para no ser tan negativa diré que afortunadamente no estoy llena de hijos y entonces pienso que a esta altura del partido soy completamente afortunada, pero esto tiene su contra ya que si eres mujer empiezas a ser una solterona o la gente empieza a dudar de tu sexualidad, sino has sido lo suficientemente demostrativa con ello.
Todos los dias al despertar trato de no pensar en esto, en seguir mi vida y hacer de cuenta que no pasa nada, que debo preocuparme por vivir el presente, que tengo que terminar mis estudios, seguir con mi trabajo con el fin de aparentar que tengo algo, pero ¿dónde están esos sueños que de pequeños nos haciamos?, ¿los paises que soñabamos recorrer?, ¿los amores revoltosos que hubieramos deseado tener?, ¿dónde está la rebeldia que los 20 nos dio? acaso ¿ se ha esfumado?, ¿Dónde están esas ganas de comernos el mundo?, ¿será que al llegar los treinta la vida nos empieza aplacar los ánimos o nos hemos estrellado tan fuerte para que los treinta años nos empiecen apagar esa pasión al rojo vivo que parece tan inalcanzable?.
Quiero pensar que estos planteamientos no son ciertos, quiero pensar que aún tengo que seguir buscando las segundas oportunidades, porque al parecer las primeras ya se dierón. He dejado pasar muchas cosas porque aun descreo en mi, porque me he dejado llenar del dolor que en algún momento me ha marcado una pasión, aún mis esperanzas de viajar y de comerme el mundo están, solo que no sé cómo la sociedad le da segundas oportunidades a los treinta añeros, cuando a los veinte debes estar en la cima del mundo.
Tengo miedo de llegar a esa edad...y entonces pienso que está locomotora nos está tragando vivos, nos levantamos constantemente pensando en el mañana en las apariencias en aquello que debemos tener para ser más que el otro, resumimos la vida en tener, tener, tener y tener solo bienes materiales no tener un alma pura, somos vanidosos, dejamos de lado lo real. Las personas se suicidan porque se hallan amarradas a las soledades de una sociedad hpócrita al parecer no nos interesan las personas reales, entre más superficial y falso te veas, eres mejor aceptado y nos obligamos a vivir en esa carrera de ratas la cual sabemos que nunca va a tener un final, porque la meta se vuelve en una ilusión. La menta es completamente inalcanzable.
Cada etapa traes sus miedos, supongo que cuando este culminando mis treinta empezare con la crisis de los cuarenta y para ese entonces se las contaré, aunque espero para la fecha haberme desligado de esta sensación tan vana que hoy les acabo de manifestar. Quizás logré reconocerme como un ser que salió de ese gran cajón de prejuicios, que dejó de lado esa manía de andar comparándose y que decidió que las pasiones deben estar a flor de piel para reconocer la verdadera felicidad porque entendió que esa no se encuentra en las tiendas de ropa o en los perfumes caros y puede que para ese entonces me reconozca libre y probablemente ya no sea la crisis de los cuarenta cómo hoy es para mi la de los treinta y entonces habré parado la locomotora del miedo. Haci nunca allá logrado parar la locomotora del tiempo.