La muerte de la mariposa

Atardeceres precoces.

miércoles, 15 de enero de 2020

A Juan lo ví






Y... ¿si un día despierto y me doy cuenta que no me gusta el blues?. Creo que desperté y me doy cuenta que esto me dolería más que perder a Juan. El blues...ese día había fumado mucho, pero a pesar del humo, logro recordar cada sensación, cada nota que recorrió mi cuerpo. Fue como un primer beso en la boca, fue dulce, fue amargo, fue gris, fue azul, fueron latidos intensos en el corazón. Mis ojos explotaban, el gozo, el brillo, el calor de aquel candor. Era mi momento, yo sola,  yo bailando y me pregunto si deseo traicionar este momento con otro, ¿otro?.


A Juan lo conocí en un día de mierda, en un día muerto, un día en el que no respiraba, estaba inerte, era un día donde el dolor era un barquito triste de mierda que navegaba, navegaba y navegaba para luego hundirse solo. Era un dolor navegante, que hedía, hedía a mierda. 

Recuerdo que estaba lloviendo, esta lluvia tenia nostalgia y se atrevía a ver tranquilamente el naufragio de mi barquito, pero en un instante sin más lo vi. -Juan, hasta ese instante no sabia tu nombre, me pareciste  tan alto, tan simple, tan parecido a mi, tan gastado, que verte y amarte fue narcisismo porque me reconocí en ti. Quise que me tomaras por siempre. En ese momento empece a verlo en un salto dado por el tiempo y besaba mis senos, besaba mi caderas, besaba mi espalada, besaba mis piernas, me besaba el culo, me cogía duro con su verga y me daba, me daba y me daba todo lo que le pedía, por detrás, por delante, por arriba, por abajo, por el alma, por la boca, por mi mente. por donde no me dolía, por ahí, ay! ¡ay! ¡ay! ¡ahí!.  Lo vi y quise que introdujera su lengua en mis ideas, quise más que eso, lo queria a él tan carnal, tan visceral, tan sucio, limpio y puro queria un Don Juan de mi época. 

jueves, 2 de enero de 2020

Papelitos por ahí








Nadie sabe tu dolor, nadie entiende la nobleza de tu corazón, una mujer solitaria con el alma a flor de piel. El dolor de un hombre te marchito, el cuidar a una hija te marchito, el cuerpo, la piel, el corazón, pero el alma aún sonríe. Encuentro papelitos por ahí donde desnudas el alma, donde hablas de la soledad, del silencio de los días, del paso del tiempo, hablas en silencio y es curioso porque andamos viviendo la soledad en la misma casa. La soledad que nos acecha, la soledad que nos sonríe y se burla de nosotras a carcajadas. Es la soledad de la madre, es la soledad de la hija, es la soledad sola caminando en una casa pequeñita como de muñecas, pero camina largos pasillos por los corazones que se encierran en tres cuartos. Quisiera despegar esa soledad de nuestras vidas, pero no he podido ni siquiera con la mía ¿Será que nos da miedo decirle adiós a la soledad temiendo quedar más solas sin ella?.