Y... ¿si un día despierto y me doy cuenta que no me gusta el blues?. Creo que desperté y me doy cuenta que esto me dolería más que perder a Juan. El blues...ese día había fumado mucho, pero a pesar del humo, logro recordar cada sensación, cada nota que recorrió mi cuerpo. Fue como un primer beso en la boca, fue dulce, fue amargo, fue gris, fue azul, fueron latidos intensos en el corazón. Mis ojos explotaban, el gozo, el brillo, el calor de aquel candor. Era mi momento, yo sola, yo bailando y me pregunto si deseo traicionar este momento con otro, ¿otro?.
A Juan lo conocí en un día de mierda, en un día muerto, un día en el que no respiraba, estaba inerte, era un día donde el dolor era un barquito triste de mierda que navegaba, navegaba y navegaba para luego hundirse solo. Era un dolor navegante, que hedía, hedía a mierda.
Recuerdo que estaba lloviendo, esta lluvia tenia nostalgia y se atrevía a ver tranquilamente el naufragio de mi barquito, pero en un instante sin más lo vi. -Juan, hasta ese instante no sabia tu nombre, me pareciste tan alto, tan simple, tan parecido a mi, tan gastado, que verte y amarte fue narcisismo porque me reconocí en ti. Quise que me tomaras por siempre. En ese momento empece a verlo en un salto dado por el tiempo y besaba mis senos, besaba mi caderas, besaba mi espalada, besaba mis piernas, me besaba el culo, me cogía duro con su verga y me daba, me daba y me daba todo lo que le pedía, por detrás, por delante, por arriba, por abajo, por el alma, por la boca, por mi mente. por donde no me dolía, por ahí, ay! ¡ay! ¡ay! ¡ahí!. Lo vi y quise que introdujera su lengua en mis ideas, quise más que eso, lo queria a él tan carnal, tan visceral, tan sucio, limpio y puro queria un Don Juan de mi época.