La muerte de la mariposa

Atardeceres precoces.

domingo, 17 de febrero de 2019

Rutina en el espejo




Tres de la mañana arrancó el lastre de mi tortura, tres de la mañana apagó las voces de mi cabeza aquellas que me roban la paz y azotan en desasosiego mi corazón, salgo hacia el leve bullicio que desaparece con el frío de la madrugada. Llegan las cuatro. preparó un té de menta, retiro mi maquillaje, retiro mi pesada ropa, me visto con harapos y me veo en el espejo. Ahí estoy en mi íntima soledad, me veo en el espejo deshojando los recuerdos de mis días como telarañas que entretejen con el tiempo.


Soy la muerte, soy la duda, soy el silencio, soy el vacío. Todos los días soy el dolor de mi pasado, frente al espejo, soy solo yo. Mis ojos observan el destierro en el corazón de un padre que ha creado panteones inmensos en el cerebro, donde no existen más que enterradas lágrimas, rabia y bocas que gritan amordazadas que ya no más. Existe un vigilante silencioso que durante el día y la noche cuida con recelo cada uno de los panteones como única arma de protección, carga consigo la pesada capa de la desconfianza, sus pasos son lentos no tienen prosa, no tienen alma, pero cerca en su ser hay una breve esperanza, una esperanza completamente desconocida.
Inhalo de la planta de la sabiduría, siento primero un inmenso dolor en mis fosas, lo hice mal, debo repetirlo, inhaló de nuevo, esta vez llega a mi cerebro y ¿cómo lo sé? por el dolor profundo que me genera y me obliga a patalear, siento unas ganas infinitas de vomitar, de hecho desearía hacerlo, pero no ocurre, solo muchos estornudos al tiempo lágrimas y así mi mente por fin logra suspenderse en el espacio, el tiempo se aletarga, mi mente procesa todo a lo que le huyo, mis dudas, lo que callo, lo que hiere, a lo que me enfrento para luego morir y renacer en este viaje espiritual de infinita sabiduría.

Al otro día me despierto aletargada, pero sin dudas me he enfrentado a la verdad y la madre que emana sabiduría me ha contado todo, los sueños de morir me revelaron el camino el cual al renacer mancho de superstición, no lo puedo ocultar, pero luego…

Tres de la mañana arrancó el lastre de mi tortura, tres de la mañana apagó las voces de mi cabeza aquellas que me roban la paz y azotan en desasosiego mi corazón, salgo hacia el leve bullicio que desaparece con el frío de la madrugada. Llegan las cuatro. preparó un té de menta, retiro mi maquillaje, retiro mi pesada ropa, me visto con harapos y me veo en el espejo. Ahí estoy en mi íntima soledad, me veo en el espejo deshojando los recuerdos de mis días como telarañas que entretejen con el tiempo.

sábado, 16 de febrero de 2019

Un recuerdo maldito





Llevo dos años intentando borrar un recuerdo maldito, llevo dos años pensando que aquel hombre fue el primero y el último que realmente alimentó mi espíritu sensual y vulgar.

Una sonrisa endemoniada, acompañada de dos copas de vino, tres copas de vino...una caminata después del baile acalorado en el bar de aquel curioso nombre "Los Esclavos Perdidos" donde tú y yo nos encontramos en un frenesí nocturno de besos y la luna roja fue cómplice del combate placentero de dos cuerpos que se saben libres, jóvenes y desbordantes de un libido infinito.


Dos años en los que prendo un cigarrillo para astiarme de ese sabor de tus besos inexistentes. Es tan difícil rememorar algo que el paso del tiempo intenta ocultar. Esta es una batalla perdida en la que se me hace preciso odiar.

Amarte se convirtió en mi dolor de huesos, lo supe desde que te vi. Lo sabía, pero, ¡CARAJO! la terquedad me marcó el camino y aún así contigo aposté a perder.
Hoy con el dolor guardado, respiro, te pienso y la escritura es el único camino que tengo para retornar a casa y olvidar que te necesito, que quisiera verte, así sea por última vez y pedirte que mueras, para yo poder vivir.


En las madrugadas lloró, oculta en el infinito, sin que nadie me pueda escuchar. Contemplar cada detalle de lo vivido, es una obsesión, que me llega, un deseo ahogado de que él logre hacer lo que yo no haré, eso de enfrentarme a una búsqueda misericordiosa por su ser.


Me digo que no puedo, no debo, no sería justo perderme nuevamente en el desconcierto de vivir con las migajas que su alma me ofrece, pero que su cuerpo hipócritamente convierte en un banquete.


viernes, 15 de febrero de 2019

Matando a los padres




“No hay libros huérfanos o autores huérfanos” se nos ha dicho en clase. En la literatura como en otras artes, la presencia de autores mayores y de épocas anteriores son clave para el progreso literario, cada gran autor no ha surgido de la nada, la fuente de inspiración literaria ha tenido sus dioses y musas que han brindado un hálito de inspiración. Como Dante guiado por Virgilio, el autor es guiado conscientemente o inconscientemente por el sin fin de autores que ha construido en su mundo aquella fuente de inspiración.


Es un laberinto de emociones y saberes que se mezclan como aquella receta que permite encontrar a través de las diferentes formas, texturas, colores, técnicas y estructuras de creación, que recorren los laberintos y manos de quien se vuelve un artesano literario. No se puede negar que en algunos casos si no se hace de forma correcta, se puede caer en un pastiche sin retorno, por lo tanto existe una necesidad que conlleva a cometer asesinato.


“Matar a los padres” aquella figura metafórica acuñada por Freud y que autores como Roberto Bolaño intentaron hacer con movimientos como el infrarrealismo, que promulgan consignas como: “Déjenlo todo, nuevamente láncense a los caminos.” Aquel movimiento que se encargaba de sabotear autores predominantes como Octavio Paz.


Y sí, ¿por qué no? hay que tener rebeldía con los padres, no todo puede ser admiración y respeto. A ellos también se les aborrece y se les odia y para esto utilizaré una frase de David Cooper que dice: “La prohibición implícita de experimentar la propia soledad  en el mundo”, esto nos dice que hay que soltarnos de la mano de aquel “padre”, abrirse camino por sí mismo y equivocarse si es preciso; la creación es un proceso íntimo, que no permite ser el remedo del otro, sin importar que tanto nos ha enseñado, se debe superar al maestro, pero de ser preciso hay que eliminarlo con talento.